martes, 25 de enero de 2011

LA RED SOCIAL: A UNA PERSONA NO LE GUSTA ESTO



¿Cómo debe enfocar una persona que ni tiene ni, en principio, quiere (porque considera que no lo necesita) un perfil en Facebook, la visualización de una película como La red social (2010, David Fincher)? Pues, precisamente, como alguien que contempla el fenómeno desde fuera, con cierta perspectiva. Y como alguien, que, por qué no decirlo, siente curiosidad, y que pretende, por encima de todo que una película que abarca la historia de la creación del sitio por parte de sus protagonistas (que son personajes reales), desde que éste surge casi por causalidad en una habitación de estudiantes de la Universidad de Harvard, hasta el momento en que se están dilucidando las inevitables demandas y despellejes que unos fundadores se lanzan a otros cuando  ya la cosa se ha convertido en el fenómeno acontecido en Internet más importante de los últimos años y el valor de cada acción es lo suficientemente alto como para olvidarse para siempre de la amistad (si bien la película no es temporalmente lineal, y asistimos alternativamente, en una sucesión de escenas, a la teatralización de esas luchas legales en impecables despachos de abogados situados en plantas elevadas de modernos rascacielos y a la narración de la rápida evolución del grupo de fundadores, primero en la universidad y luego en Palo Alto, California), se la satisfaga.

Pero este no es el caso de La red social, película que, es posible que satisfaga otros deseos (el morbo de ver retratados varios personajes públicos, algunos de ellos teóricamente muy conocidos, en sus mejores y en sus peores momentos, por ejemplo), pero desde luego, no el que he expresado como mi motivación principal. Porque no creo que las preguntas suscitadas por esa curiosidad (¿qué idea inspiró la creación del sitio?, ¿cómo se les ocurrió a sus creadores interconectar a las personas en la forma en que lo hace?, ¿qué pasos siguieron hasta convertirse en un gigante?...) sean respondidas por la película de forma satisfactoria. Porque a medida que vamos, antes que nada, acostumbrándonos a unos diálogos despiadadamente veloces (obra del guionista Aaron Sorkin, el creador de esa obra maestra de la televisión que es The West Wing, donde, efectivamente, la esgrima verbal es una seña de identidad a lo largo de la serie) y poco a poco comprendiendo que es lo que se dicen unos personajes a otros, quién es cada uno, qué hace cada uno y dónde está cada uno, nos damos cuenta de que nos da igual lo que se digan, quienes sean, lo que hagan y dónde estén (aunque tengo que reconocer que lo único que me gustó de la película fue el marco que ofrece Harvard, lo cual tiene que ver con que el hecho de que haber cursado mi carrera en una facultad decrépita de la Universidad Complutense de Madrid me hace siempre ponerme lánguido cada vez que veo campus universitarios con edificios notables), porque no vamos a sacar en limpio nada interesante que llevarnos a la boca.

Si os aseguro que, a la hora de contar de que va la película, lo que os puedo decir es que trata de unos chicos muy listos (lo de que son muy listos, aparte de que hablan muy rápido, como digo, lo deduce uno por su cuenta, no porque el guión contenga algún detalle sustancial que nos lo revele) que inventan una cosa nueva en Internet un poco entre todos, que a medida que la cosa va triunfando estos chicos se lo toman más en serio, que hay unos gemelos muy “harvareños” que les persiguen porque creen que les han robado la idea, que luego se encuentran con otro chico (un cofundador de Napster) más o menos igual que ellos que les enseña como hacerlo aún más grande (que es un tipo que seguro que mola mucho porque cenan un día con él y hasta le conocen en el restaurante, si bien el resto de la película se dedica a caer muy mal al espectador) y que, claro, como han triunfado, aunque no se comían una rosca en la Universidad (o al menos, un personaje como Mark Zuckerberg no lo haría en condiciones normales), ahora aparecen de la nada dos chicas asiáticas muy majas que les alegran el Facebook a cada uno y después se van a vivir a California todos juntos y se lo montan allí, y después se empiezan a llevar muy mal por la cosa de las puñaladas traperas empresariales, y se acabó, no os estoy exagerando nada: esto es la película y no es nada más.

Porque, hay una escena que simboliza muy bien lo que quiero transmitir (a saber, que no sé si la historia de la creación de Facebook da para una película, pero desde luego no para esta película): me refiero a aquella en que el ya mencionado cofundador de Napster, Sean Parker (interpretado por un inexpresivo, como todos los actores, Justin Timberlake), aparece en su coche con Zuckerberg (al que da vida Jesse Eisenberg en un papel del que he llegado a leer en alguna crítica elogiosa que lo borda porque refleja a un tipo del que no sabemos casi nunca lo que está pensando, con lo que empiezo a plantearme seriamente qué es en realidad ser actor entonces) que va vestido con un pijama y una bata, con la intención de que éste suba a un edificio donde trabaja un inversionista que trató mal en el pasado a Parker, y, así, con esa pinta, le diga que no quiere saber nada de él. Bien, pues esta escena se acaba con Zuckerberg subiendo las escaleras de acceso al edificio y punto, la imaginación no debía dar para ver lo que ocurría allí dentro.

Para mí la cuestión entonces es ¿qué hace está película en la carrera de los Oscar, entre otras muchas cosas?. La respuesta es muy simple. Nos encontramos ante una fórmula mil veces vista en otras ocasiones y que se basa en coger el tema más popular del momento para engendrar, a partir de él, una película como sea, y así conseguir lo mismo que sus propios personajes: ganar mucho dinero sin demasiado esfuerzo.

2 comentarios:

  1. Empecé a ver la peli en v.o. y, literalmente, no podía seguirla. Mi vista, acostumbrada a los subtítulos desde siempre, no podían seguir ese ritmo. Así que esperaba conseguirla doblada para verla, pero después de leer tu crítica, se me quitan todas las ganas.

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  2. Desde luego que es demasiado esfuerzo para poca recompensa. Pero aún así va a pasar como la película del año. ¿Es qué nadie se huele la gigantesca operación de marketing que hay detrás?

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