viernes, 7 de enero de 2011

LA TEORIA DEL CAOS: NUESTRO MUNDO SE ENSANCHA



Hoy vamos a adentrarnos en el maravilloso mundo de las Matemáticas (os aseguro que no me pasa nada: no he bebido ni tomado nada raro, estoy descansado y escribo en una habitación perfectamente ventilada y con luz natural). Y lo vamos a hacer hablando un poco de lo que se ha dado en llamar  la “Teoría del Caos”, de la mano de un muy interesante libro de divulgación científica escrito por el matemático Ian Stewart, ¿Juega Dios a los dados? (Drakontos bolsillo, 2007). El término “Teoría del Caos” es una etiqueta más mediática que otra cosa, porque de lo que estamos hablando aquí es no de una teoría, sino de un concepto que pertenece a la, esta vez sí, teoría matemática de la dinámica, es decir, el estudio de los sistemas en movimiento.

Lo realmente fascinante de este concepto matemático del caos, es que, como dice el autor en el prefacio a la nueva edición, constituye “una unificación de gran alcance de orden y desorden”. Antes de nada, hay que aclarar que el concepto caos desde el punto de vista matemático no equivale exactamente a desorden, sino que describe un conjunto de comportamientos (reales, que se dan en la naturaleza y que están a nuestro alrededor miremos a donde miremos: desde el típico ejemplo de la predicción del clima, hasta la gota de agua que cae de un grifo mal cerrado, o desde el funcionamiento de un ecosistema hasta la estructura de nuestras propias vísceras) que, aparentemente, no parecen seguir ninguna pauta definible, pero que, sin embargo, pueden ser estudiados matemáticamente, clasificados y explicados. Este caos, definido de esa forma, surge de la manera más sorprendente: está implícito en los ciclos más sencillos que puedan imaginarse. Para verlo podemos desarrollar el ejemplo de la gota de agua que cae del grifo mal cerrado. En este caso, si sólo está un poco mal cerrado, entonces habrá un goteo regular, será sencillo predecir el tiempo que transcurre entre gota y gota, y estaremos, por tanto, ante un sistema determinista. Pero basta con que abramos un poco más ese grifo, para que nos demos cuenta de que a la vez que una gota está a punto de caer, ya hay otra formándose en la boca del grifo, del tal forma que ambas gotas se influyen entre sí. Ahora tendremos un sistema caótico en el que la predicción del lapso de tiempo que pasa entre gota y gota no es determinista, sino increíblemente compleja, pero, y aquí entra la teoría, tampoco es producto del azar.

Pues bien, esta parte vanguardista de las Matemáticas ha ampliado estratosféricamente el mundo de lo que es comprensible, de tal forma que hoy en día conocemos perfectamente estructuras naturales cuyas formas, hasta hace poco tiempo, atribuíamos a lo que se llamaba “el capricho de la naturaleza”, y hace sospechar, que otros fenómenos, que hasta la fecha se han considerado producto de la indeterminación, como los que se dan en la mecánica cuántica (donde no es posible predecir al mismo tiempo la posición y velocidad de un electrón por la interferencia del observador, o donde, ese mismo electrón se comporta simultáneamente en determinadas condiciones como una onda y como una partícula, por ejemplo) podrían ser domesticados gracias a estas herramientas matemáticas.

Se trata, como digo, de un campo relativamente reciente de las Matemáticas (que empezó con la aportaciones de genios como el francés Poincaré, o el norteamericano E. Lorenz, acuñador del término "efecto mariposa"), y el hecho de que haya tenido un desarrollo tan enorme en los últimos años se debe al paralelo desarrollo que se ha dado en el mundo de la computación, porque no ha sido hasta que los científicos han dispuesto de ordenadores suficientemente potentes como para realizar los cálculos que requieren las representaciones gráficas de los modelos caóticos, que la teoría ha experimentado su boom.

El título del libro se refiere a una posibilidad que ponía muy nervioso a Einstein, y es que nuestro mundo no fuera más que el producto, en último término, del azar, lo que, para un científico, es algo así como asomarse al abismo. Las respuestas que la Teoría del Caos dan a esa pregunta son tranquilizadoras, si bien aún quedan muchos, vastísimos campos de conocimiento que domesticar para tranquilizarnos del todo.




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