viernes, 31 de diciembre de 2010

LOS ESCRITORES SEGÚN DAVID FOSTER WALLACE



“En la mayoría de los escritores que conozco, hay un ensimismamiento, no en términos de estar atusándose frente al espejo, sino una tendencia no sólo a la introspección sino a una autoconciencia terrible”
“Pienso que la gente congénitamente atraída por esta clase de profesión son sabios para unas cosas y una especie de retrasados para otras. Vayan a una conferencia de escritores alguna vez y lo verán. La gente va para conocer a quienes sobre el papel son espléndidos, pero resultan ser absolutos cretinos en persona. No tienen idea de lo que decir o de lo que hacer. Todo lo que dicen está editado y recortado por una especie de editor dentro de ellos. Así ha sido según mi experiencia.”
“No es accidental cuando uno ve a los escritores convertirse en gente obsesionada con la cuestión de la fama o caer en las drogas o el alcohol, o tener matrimonios terribles. O simplemente desaparecen de la escena por completo a los treinta o cuarenta.”
Estas son las respuestas que, a las preguntas acerca de cómo son los escritores, realizadas por dos jóvenes estudiantes de arte norteamericanos para la revista de su universidad, David Foster Wallace (uno de los mejores escritores que he leído nunca, autor de, probablemente, varios de los mejores relatos cortos que se han publicado en EE.UU. en los últimos años, muerto en trágicas circunstancias en 2008, y del que, tras leerle y traducirle, he cogido esta, quizá molesta, costumbre de hacer comentarios interminables y metalingüísticos entre paréntesis, y que sólo el formato limitado de estos post me impide llevar al extremo de introducir también notas a pie de página con vida propia) daba en el año 1993 durante una entrevista que tuvo lugar tras la publicación de su primera novela “The Broom of the System” y su colección de relatos cortos “La niña del pelo raro”.

Pero lo que me interesa hoy (tengo, por supuesto la intención de hablar de las obras de DFW en lo sucesivo), no es tanto su producción (cuya lectura recomiendo, teniendo en cuenta además, que, si bien, no tenemos la suerte de tener publicados en España todos sus libros, aquellos que sí están disponibles cuentan con una traducción extraordinaria, obra de Javier Calvo) como sus opiniones sobre el oficio de escribir. Cualquiera puede darse cuenta de la verdad que hay en las contestaciones de Wallace que he reproducido más arriba, ya que todos conocemos ejemplos de escritores que responden a todos o a casi todos esos parámetros. Y es que un escritor (uno de verdad) sólo puede ser un alma más o menos atormentada, alguien cuya mejor forma de comunicarse con el mundo es extraña y antinatural. Así, para Wallace:

“Siempre intentas comunicarte de una manera única, y por eso se hace tan difícil, al menos para mí, comunicarse de una forma que yo vea ordinaria”
Esto es algo así como la maldición del talento, puede interpretarse como una especie de posesión infernal que hace que a este tipo de personas les aburra mortalmente el tipo de conversación ordinaria por la que todos nosotros tenemos que pasar varias veces a lo largo del día, por ejemplo, y que les hace parecer, a los ojos de los demás, como tristes, tontos, aburridos o incluso incapacitados mentales. Pero puesto que el mundo en el que vivimos es como es y no existen alternativas razonables, la gente con talento tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano, exorcizar ese demonio y bajar al mundo:

“Pero esa clase de sensibilidad hace muy difícil estar con la gente y no imaginarse flotando pegado al techo contemplando lo que está ocurriendo. Una de las cosas que ustedes dos descubrirán, en los años posteriores a dejar los estudios, es que realmente manejarse siendo un ser humano vivo y a la vez hacer un buen trabajo y ser tan obsesivo como se deba ser, es verdaderamente complejo”
¿Existen artistas con un talento tan enorme que les ha permitido superar esta visión del mundo y conseguir ser no sólo excelentes escritores sino también magníficos seres humanos? Por supuesto, sin ir más lejos, el propio DFW, de acuerdo con lo que se refleja en las opiniones de sus amigos y conocidos, puestas de manifiesto sobre todo tras su fallecimiento, así como en algún libro de entrevistas (ese especie de viaje de colegas que es el libro de David Lipsky “Although Of Course You End Up Becoming Yourself: A Road Trip with David Foster Wallace”) y, simplemente, en la visión del ser humano casi conmovedora (y que revela un conocimiento tan profundo de la gente, que uno, aunque sólo esté leyendo, se siente casi desnudo) que se desprende de sus extraordinarios reportajes para revistas sobre acontecimientos de la vida en Norteamérica (un grupo de viajeros en un crucero de lujo, una feria en el Medio Oeste, el Open USA de tenis, etc.).

Por lo tanto, la moraleja de todo esto sería “si tienes talento úsalo, pero úsalo primero para aprender a vivir”, o algo por el estilo, porque, no hay nada en el mundo, ni siquiera la habilidad literaria, por lo que merezca la pena acabar siendo un ser humano disfuncional.

FELIZ AÑO 2011

jueves, 30 de diciembre de 2010

CNN+: SEAMOS OPTIMISTAS

Hace unas semanas tuvo lugar en Italia un acontecimiento televisivo que dejó estupefactos a todos los analistas y expertos en televisión: un programa presentado por Roberto Saviano (el autor de Gomorra, amenazado de muerte por una “fatua” de la mafia) en la cadena pública RAI3 batió récords de audiencia  (un 25,4% de share). El programa incluyó intervenciones de figuras de la cultura italiana de renombre como Claudio Abbado o Roberto Benigni y no ahorró, al parecer, ninguna crítica al mundo del lado oscuro de Berlusconi, dueño de la productora (por la vía económica), de la cadena (por la vía política) y del país (por la vía mafiosa) y se estructuró a través de la lectura por parte de diversos invitados de una lista de razones para quedarse en Italia y otra con motivos para irse. Y la gente lo vio masivamente.

Esto constituye un motivo para la esperanza no ya en Italia, sino en España, porque, cualquiera que vaya siguiendo la secuencia de los acontecimientos se da cuenta de que nuestro país, desde el punto de vista televisivo, camina, con cierto retraso, por la misma senda que van trazando los italianos. Así, mientras ellos pueden estar divisando la luz al final del túnel del estercolero en el que se hallaban inmersos, puede que nosotros estemos hundiéndonos aún más en nuestra particular piscina de mierda televisiva, pero, con el tiempo, tocaremos fondo y empezaremos a subir a la superficie en busca de oxígeno. Por lo tanto yo, al contrario que la mayoría de la gente que ha comentado la dolorosa extirpación de la cadena de noticias CNN+ y el injerto en su lugar de GH 24 horas en la parrilla televisiva, soy optimista de cara al futuro.

Y es que prefiero ser positivo, porque si hace un año, por ejemplo, alguien me hubiera simplemente insinuado que algo como este cambio, que parece una especie de sacrilegio, pudiera tener lugar, probablemente, previo aprovisionamiento de todo lo necesario para vivir (es decir, varias toneladas de libros, series y películas), me habría recluido en el refugio antinuclear a resistir el tiempo que fuera necesario hasta comprobar con mis propios ojos que los niveles de radiación hubieran caído lo suficiente como para poder encender una televisión de nuevo. Pero, a pesar de todo, tengo la sensación de que la gente, poco a poco, se empieza a hartar de este modelo televisivo, y dado que, en este demencial sistema, si algo se deja de ver, aunque sea un poco, los anunciantes se van, los ingresos caen y se echa el cierre sin piedad por nada ni por nadie, es posible que dentro de menos tiempo del que pensamos, la purulenta “programación” de Tele 5 tenga que cambiar.

Aún así, hay algo en esta cuestión que me resulta muy difícil de entender, y es la clase de acuerdo de “fusión” que ha firmado Prisa con T5, en la que, al parecer, la primera ha tenido que, básicamente, claudicar en absolutamente todo (no descartemos que Iñaki Gabilondo, Juan Luis Cebrián y José María Calleja -este último como Baltasar, dado su cabello ensortijado- se vean obligados por dicho acuerdo a entrar en la casa de GH haciendo de reyes magos la semana que viene) y que lleva a pensar, simplemente, en que Prisa le ha vendido al primero que ha podido una división audiovisual que se le había convertido en ese apartamento en la costa del que ya no podemos pagar la hipoteca.

Os dejo, que tengo clase de italiano.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

LA SERIE BATTLESTAR GALACTICA (2003): EL MUNDO ADULTO




Probablemente mucha gente se acuerde de aquella serie de ciencia ficción, que en España emitieron a finales de los 70,  principios de los 80, que se llamaba Galáctica, (como la enorme y deslumbrantemente sofisticada nave espacial que  la protagonizaba)  y en la que unos humanos  muy buenos luchaban contra unos robots malísimos (los cylon) que casi les habían exterminado, usando  unos  cazas espaciales superchulos que siempre salían victoriosos de todas las batallas (sí, algo  muy parecido a Starwars, tanto que incluso las respectivas productoras anduvieron pleiteando al respecto).

20 años después, y gracias al empeño de uno de los protagonistas de aquella serie (Richard Hatch, el Capitán Apolo), se gestó una nueva versión de Galáctica, en la que básicamente lo que ocurre es que los guionistas han decidido llevar al mundo adulto una  serie de ciencia ficción, eliminando cualquier concesión a lo ingenuo y siendo, por tanto, coherentes con los tiempos que corremos, donde da la sensación de que todos estamos de vuelta de todo. No seré yo quien haga un sesudo análisis de las metáforas del mundo contemporáneo (cualquiera puede ver el reflejo del mundo post 11-S en la serie) que encierran los argumentos principales y secundarios que se desarrollan a lo largo de las cuatro temporadas (más un par de películas centradas en partes no desarrolladas en la corriente principal de la serie, e incluso varios conjuntos de episodios “web” que duran escasos minutos, con lo que resulta difícil incluso delimitar el ámbito de lo que es la serie y lo que no), pero sí me gustaría resaltar los cambios que se producen en esta versión respecto a la de los 70 que son significativos para esa sensación de maduración de la sociedad a la que me quiero referir.

Así, los malos ya no son unidimensionalmente malos. De hecho, dejan de ser unos robots alienígenas para pasar a ser una creación humana maltratada y que se rebeló  en su momento (es decir, tienen una justificación para lo que hacen con la que uno tiene que contar). Estos nuevos cylon (dotados de una dimensión  moral que se plasma en una creencia religiosa de la que  son fanáticos)  llegan a crear, para que las cuestiones morales sean aún  más complejas, una serie de humanos artificiales pero idénticos, en todo lo relevante, a los humanos reales, algunos  de los cuales, llegado el momento, dudan si decantarse por un bando u otro. Para colmo, estos cylon-humanos se enamoran y tienen hijos con humanos. Por  tanto, uno, como espectador,  no puede sentir alivio cuando  alguno de ellos es torturado o directamente asesinado.

Los buenos, ya no son tan buenos. Todos  los personajes de la serie, incluidos los protagonistas que en la versión de los 70 aparecían como héroes inmaculados, tienen dobleces y reflejan sin tapujos su condición humana exhibiendo todos los defectos inevitables que nos definen (beben, juegan, se prostituyen, organizan mafias de mercado negro, usan la política para sus propios intereses, son crueles, egoístas, envidiosos, etc.) y el público tiene que simpatizar con ellos tal y como son. Una referencia auto irónica que refleja muy bien este nuevo punto de vista es que el mismísimo actor que hacía de Capitán Apolo en la serie de los 70 aparece en esta nueva Galáctica haciendo el papel de terrorista subversivo (lo que, al parecer, no llevó demasiado bien durante algún tiempo).

La tecnología ya no lo puede todo. En la ciencia ficción antigua, se podía resolver cualquier problema echando mano de unas máquinas todopoderosas que,  se daba por supuesto, eran consustanciales a una época futurista. Ahora tenemos una nave espacial  que estaba para el desguace y que tuvo que recuperarse deprisa y corriendo, unos cazas espaciales que, en su momento serían superchulos, pero que ahora se caen a pedazos y que funcionan sólo gracias a la habilidad de los mecánicos, una presidenta de la humanidad que se muere de un cáncer que no se puede curar y punto (y que es tratada por un médico que aparece siempre con un pitillo en la  boca), una situación en la que el uso de cualquier ordenador está limitado por el temor a los ataques informáticos de los cylon, y así una serie de circunstancias que, de nuevo, apuntan a un público maduro que ya no debe creer en los avances tecnológicos  como la panacea universal.

¿Quiere decir esto que la serie ha perdido en espectacularidad, que, al fin y al cabo, es la baza principal de toda ciencia ficción dirigida a un público amplio que se precie de serlo? No, en absoluto, tiene todos los  ingredientes necesarios para componer un espectáculo televisivo de primera magnitud. Es sólo que ahora todos tenemos 30 años más.

martes, 28 de diciembre de 2010

LA DERECHA EN MADRID (PARTE II)



El Ayuntamiento de Madrid está, en la actualidad, en una situación de crisis económica tal, que se han tomado medidas tan alarmantes como recortar los días en que se recoge la basura, por ejemplo. A esto hemos llegado tras ser candidatos dos veces (y perder) a celebrar los Juegos Olímpicos y, sobre todo, tras construir, en una sola legislatura, a conveniencia de los intereses empresariales de las grandes constructoras, por un lado y a los intereses electorales del señor Gallardón, por otro, una autopista subterránea de varios kilómetros (que, sin ya entrar en el debate de su necesidad, simplemente es de sentido común que algo de esa magnitud se vaya construyendo de forma gradual),  por la que este municipio debe alrededor de 2.300 millones de euros, a pagar hasta el año 2035, es decir, cuando el señor Gallardón tenga 77 años y tenga necesidad de una plaza en un centro de día (un suponer).

Estos son los hechos más llamativos del despilfarro brutal a la que esta gente ha sometido al municipio, pero también hay que citar otros: la existencia de una estructura duplicada en el organigrama del Ayuntamiento, originada cuando el señor Gallardón se trajo de la Comunidad de Madrid a numerosas personas de su equipo (para dejar paso a las numerosas personas de las que iba a poblar la señora Aguirre esa administración), sin que cesaran las que ya estaban contratadas. Esto, que podría parecer el chocolate del loro, no lo es, porque cada uno de estos “asesores” o “gerentes“ (en realidad, personas afiliadas al Partido Popular, al servicio del Partido Popular, muchas de las cuales no tienen funciones concretas) cobran cantidades no muy inferiores a los 10.000 euros mensuales por su importante labor (si no me creen a mi, pregunten a los bomberos, que tienen un cabreo incendiario, y pídanles que les expliquen porque llevan los coches todos llenos de pintadas reivindicativas). También hay que mencionar en este apartado, el famoso traslado de la sede central del Ayuntamiento desde la Plaza de la Villa al Palacio de Cibeles, que también ha salido por un pico, y que, básicamente, es una (de tantas) operación de imagen del señor Gallardón para engrandecer su figura y no perder comba de sus aspiraciones políticas nacionales.

A cambio, porque a pesar de los años de bonanza económica, el presupuesto es limitado, hubo que recortar en otras cosillas, y así se ha ido produciendo un deterioro lento pero continuo en las instalaciones públicas del municipio, tanto deportivas (dense un paseo por cualquier polideportivo de barrio y sumérjanse en la nostalgia de los años 80), como sociales, culturales, además de en determinados servicios fundamentales (vuelvan a preguntarle a los bomberos si no se han tenido que ir corriendo ya).

Con todo ello, ¿cómo ha reaccionado el alcalde cuando la crisis ha golpeado severamente los ingresos del municipio? Muy sencillo, echándole la culpa a Zapatero (cuya culpa, es decir, la del Partido Socialista, existe, es de muy distinta naturaleza, y ya la comentaremos aquí en otro capítulo de esta animada serie). Así, el muy moderado, centrista y razonable señor Gallardón, primero arrasa de forma irresponsable el presupuesto de una capital europea como Madrid y después, cuando vienen mal dadas, le echa la culpa a los demás y ya de paso, se ríe de la inteligencia de cualquiera (de cualquiera que tenga algo de inteligencia, claro).  Porque, por favor, recordémoslo y calibremos la importancia de este hecho, el Ayuntamiento de Madrid, capital de España, octava potencia económica mundial, ciudad (según lo que nos contaba el propio señor Gallardón) que no tenía nada que envidiar a las capitales más importantes del mundo, Nueva York, París, Londres, Berlín, Tokio, etc., ha reducido su servicio esencial de recogida de basuras por no tener dinero para pagarlo. No recuerdo, ni por lo más remoto, que en esta ciudad haya ocurrido algo ni siquiera parecido desde que tengo conocimiento de las cosas.

En próximas entregas hablaremos de otro de nuestros acicates: la señora Aguirre que es “mu salá”.

lunes, 27 de diciembre de 2010

QUE ES LO QUE FALLA EN LA PELICULA “ORIGEN” DE CHRISTOPHER NOLAN



Cuidado, parto de la idea de que algo falla, pero aún así nos encontramos ante una gran película, palabras mayores: un guión complejo (muy complejo), grandes actores, efectos especiales espectaculares y al servicio de la historia… Pero no es una película redonda y me propongo dilucidar por qué.

Después de verla en el cine lo primero que pensé es que me había perdido algo, mi atención no había estado a la altura de la exigencia de la película (gran exigencia, recordemos que Nolan es el autor de Memento, una de las películas que más atención requiere del espectador de los últimos años). Me había aturdido un poco (aunque siempre me aturdo algo en el cine, en todo caso), no había sido capaz de seguir el hilo a lo largo de la extensa duración de la historia. Me echaba la culpa a mi, por supuesto, la película no tenía nada que ver.

Pero la he visto por segunda vez y por fin me he dado cuenta de cuál es el problema. Porque la película tiene un problema grave que la lastra y que hace que no funcione adecuadamente: Nolan ha ejecutado un guión complejo y estructurado, donde, a pesar de a los niveles tan extremos a los que se lleva el hilo argumental, todo es coherente (dejando aparte los problemas de verosimilitud, pero es que si no, no habría películas), pero lo ha entreverado de otra película distinta, de algo que no mezcla bien. Me explico: la película funciona muy bien, incluida la acción (la persecución en Mombasa) hasta que el grupo pasa a ejecutar el plan. A partir de ese momento asistimos a la mezcla a la que me refiero: explicación compleja de lo que está pasando con acción de baratillo. No puede ser que en una película como esta, donde el espectador, gracias a la astucia de Nolan, está dudando en todo momento de si el protagonista está viviendo en el mundo real o no, donde la fascinante complejidad psicológica de su relación con su mujer podría dar para otra película, en fin, donde se abren tantas posibilidades y vericuetos (ese señor Charles, por ejemplo), se desarrolle a golpe de malos que no son capaces de darle a los pasajeros de una furgoneta con armas automáticas, estando estos dormidos, incluya la típica escena de “mi metralleta es más gorda que la tuya” (de la que el mismísimo “Gobernator” de California apostataría) o transcurra en su parte final en un escenario de acción paramilitar en la nieve que parece sacado de la película más añeja y ajada de James Bond, o donde, en fin,  la idea central del argumento sea la tópica relación del heredero (un personaje bastante patético) de un imperio empresarial con su padre.

Comprobar esto ha supuesto un cierto alivio, porque me he dado cuenta de que mi falta de concentración en el cine (aparte de un cierto déficit de atención con el que vengo de serie) se debía a que desconectaba automáticamente cuando la película se iba por esos derroteros, no porque no hubiera puesto todo de mi parte.

Luego está el tema de las elucubraciones varias a las que la película ha dado lugar: que si el final es feliz o no,  que si es todo un sueño o no, y si lo es, quién está soñando, etc.: en realidad da lo mismo, porque sea un sueño o no lo sea (parece que el director simplemente no deja caer la peoncilla del todo para que nos quedemos con la duda) el final sí es feliz, puesto que el protagonista vuelve con sus hijos, y se ha librado del recuerdo tormentoso de su mujer, y eso es lo que importa. Lo que es un verdadero enigma para mí es como, teniendo una joya de guión como éste, Nolan y los creadores que han trabajado en llevarlo a la pantalla no han tenido más imaginación en todos esos otros aspectos, como sí no hubieran tenido tiempo suficiente para redondearlo y hubieran tenido que sacar la película del horno demasiado pronto para servirla un pelín cruda a los espectadores.

domingo, 26 de diciembre de 2010

LA DERECHA EN MADRID (parte I)



Madrid es una ciudad de derecha (en singular, no entiendo lo que significa “derechas” o “izquierdas”, que yo sepa sólo hay una de cada, otra cosa es que haya distintos partidos u organizaciones de una u otra ideología). Lo lleva siendo desde por lo menos hace 20 años, y lo va a seguir siendo durante por lo menos otros 20. 

Y esto, que parece un hecho obvio, hay que remarcarlo, porque conozco poquísimas personas que estén de acuerdo en reconocer:

a) Que son de derecha
b) Que votan a la derecha porque son de derecha

Es muy fácil saber cuando una persona, que no lo reconoce, vota en realidad a la derecha. Son aquellos que dicen cosas como “yo no entiendo de política” o “todos los políticos son iguales” o “a mi me dan igual unos que otros”. O por ejemplo se meten con los sindicatos como si tuvieran algo personal contra esas organizaciones. O claman contra los inmigrantes porque son muchos, porque son negros, porque son árabes o porque sí.

Cuando gobernaba el alcalde Manzano, un señor de comunión diaria, peinado de esa forma característica en que se peina mucha gente de derecha, (emplastándose el pelo en gomina y disparándolo hacia la parte trasera de la cabeza, de tal forma que no sabes qué es más feo, si la frente despejada que se les queda delante o el desastre de pelo apelmazado que les queda detrás), potenciando con su presencia vestido de cofrade el Madrid rancio y trasnochado de las procesiones, las colas para ver al Cristo y demás parafernalia católico-surrealista,  con un equipo de gobierno en el que destacaban concejales como el señor Matanzo, probablemente el político más impresentable de la historia de la ciudad, incluida la dictadura militar, y dando preferencia absoluta al tráfico rodado hasta convertir la ciudad en un infierno cada mañana y cada tarde, cuando gobernaba, digo, por lo menos todo el mundo sabía a qué atenerse. A nadie engañaba, la gente que lo votaba sabía que lo hacía para que en Madrid ocurriera lo que estaba ocurriendo. Además es muy probable que el giro a la derecha que, durante esos años (los 90) poco a poco estaba dando la política nacional influyera de forma determinante en el sentido del voto municipal.

Pero después, en una hábil jugada político-mafiosa (nunca olvidemos el turbio asunto del Tamayazo) del Partido Popular, llegó el tándem Gallardón-Aguirre a nuestras vidas. Alberto Ruiz Gallardón es un político de la derecha que ha estudiado con provecho todos los recursos que el cultivo de la imagen puede ofrecer para que haya determinada gente ingenua que piense que “en realidad está más cerca del PSOE que de sus compañeros del PP”, gente ingenua que, por otra parte, también hubiera votado al PP de haberse presentado, que se yo, el señor Fabra, por ejemplo. Algunos votantes de la derecha llegan a la ingenuidad delirante de odiar a Gallardón por creerle “un rojo” o “un sociata encubierto”.  Ha conseguido, a través de unos pocos trucos sencillos, convencer a la gente de extracto borreguil (me refiero con ello a los votantes de derecha que viven en los distritos periféricos de Madrid) que es un político centrista y además, “un gran gestor”.

Gallardón es un político de enorme utilidad para la derecha, porque permite a gente, que siendo de derecha, tiene una especie de mala conciencia por serlo, o que sienten la necesidad de justificarse ante los demás por serlo, votarle y clamar según salen del colegio electoral “es que es una persona moderada, de centro, además de un gran gestor”.

Pero cualquier persona que, simplemente, se moleste en razonar un poco, se da cuenta de que detrás de Gallardón (cuyas supuestas opiniones más o menos públicas sobre el matrimonio homosexual, la cultura, la guerra de Irak, etc. son completamente gratuitas, es decir, no le suponen ningún coste), no hay más que lo mismo que había con el señor Manzano, o lo que hay en la señora Aguirre, a saber, un equipo de personas de derecha que cree firmemente en la política de derecha (concepto este de carácter exclusivamente empírico, porque nadie sabe cuales son los fundamentos de la política de derecha, ni siquiera los políticos de derecha).

Así, hemos padecido los últimos años en Madrid una política manifiestamente antisocial y anticultural, elitista, defensora de los intereses de las empresas constructoras, acomodaticia para los especuladores inmobiliarios de todo tipo, y que, eso sí, se ha propuesto cubrir el centro de la ciudad de losas de granito, no porque sea cómodo para los viandantes, sino porque es cómodo para los comerciantes, gremio que es otro de los poderes en la sombra de la ciudad. Detrás de Gallardón, se parapetan para intentar no salir demasiado en las fotos, por consejo de los asesores de imagen, un montón de concejales y concejalas de distrito, señores de puro en boca ellos (trasplantados directamente al siglo XXI desde las imágenes del público en el Bernabéu en un partido de los años 50) y señoras criadas a los pechos del ultramarinos de cualquier esquina ortogonal de las calles con nombres de militares del barrio de Salamanca ellas, señores y señoras, a los que les importa una higa el desarrollo, la mejora, la integración, la educación o cualquier idea, cuyo significado, por otra parte, desconocen, para aplicar a los distritos periféricos que gobiernan.

Pero además, “el gran gestor”, ha resultado ser “el gran despilfarrador” (y “el gran masturbador“ de Dalí, ahora que lo pienso), porque Gallardón no ha escatimado fondos (los nuestros, no los suyos, claro) en tratar de hacerse la campaña que necesita para postularse como próximo candidato del PP a presidente del Gobierno, meta a la que aspira desde que salió la primera encuesta de opinión en la que los españoles le valoraban como mejor político por encima de cualquier otro de su propio partido. Es decir, que las ambiciones de este hombre, producto de, ya digo, una inteligente campaña de imagen que se ha demostrado muy efectiva para borrar la carga de mala conciencia de un amplio sector de la gente de derecha, nos están costando un riñón, de tal forma, que la gente que pensamos que es una lacra para la ciudad, estaríamos dispuestos a firmar un documento en el que nos comprometiéramos a votarle para presidente del Gobierno, llegado el momento, con tal de que dejara de ser alcalde

jueves, 23 de diciembre de 2010

POR QUÉ NO ME GUSTÓ BEAUMARCHAIS



Antes de nada debería aclarar que escribo desde Madrid y por tanto acudo a los espectáculos que aquí se representan (porque es verdad que los madrileños tendemos a pensar que no tenemos por que aclarar este tipo de cosas, como si esta fuera la única ciudad de España, o incluso del mundo, como dice esa plaga bíblica que tenemos por alcalde).

Vimos que el Teatro Español programaba la obra “Beaumarchais” de Sacha Guitry a partir del 25 de noviembre, vimos que estaba dirigida por nada menos que Josep María Flotats, protagonizada por nada menos que Josep María Flotats, e interpretada por un elenco de actores, en principio, deslumbrante, entre los que se encontraban por sólo citar a los más conocidos, Ramón Barea, Pedro Casablanc, Carmen Conesa, María Adánez, Raúl Arévalo o Constantino Romero (sí, el mismo que ponía la voz a Darth Vader). Obtuvimos unas entradas de tercer anfiteatro casi por los pelos, lo que significaba que la obra estaba siendo, en principio, un éxito.

Pero hete aquí, que nos encontramos con una representación que pretende abarcar, en varias escenas, la parte de la vida de Beaumarchais, desde que anda el hombre escribiendo su gran éxito dramático, El Barbero de Sevilla (1775), hasta que se muere (1799). Y digo pretende porque lo que hace en realidad, con este personaje que fue relojero, escritor, espía al servicio del rey, revolucionario, satirista, etc. etc. es convertirlo en un señor que va sin sentido de un sitio a otro según pasan los años en un calendario proyectado sobre una pantalla electrónica que ocupa todo el fondo del escenario (y que es prácticamente el único decorado de la obra), y que dice cosas que se supone que son ingeniosas o graciosas o profundas, pero que en realidad no tienen ingenio, ni gracia ni profundidad, a cuyo alrededor se mueven y revolotean mujeres (en papeles completamente superficiales) y criados que ponen cara de petimetre, y que malbarata posibilidades enormes en las escenas de los encuentros con el Chevalier D´Eon (que se convierte en un sonrojante diálogo supuestamente picaresco a costa del “enigmático” sexo de Raúl Arevalo haciendo de señora ligera de cascos) o con Benjamin Franklin, el padre de la Independencia Americana (que se aprovecha para hacer un supuesto gag en relación con las dificultades fingidas de la traducción al inglés).

Es una obra completamente sobredimensionada, en la que sobran escenas, actores (algunos de los que, por cierto y para colmo, por lo menos el día 19 de diciembre, no andaban precisamente finos), diálogos y falta profundidad (toda). Afortunadamente, los precios del Teatro Español siguen estando en el ámbito de lo público, pero a pesar de ello, yo os recomendaría gastaros el dinero, si es que estáis interesados en este personaje (bastante interesante en realidad) en compraros un buen libro sobre el dieciocho francés, la revolución francesa o incluso la americana, y que suspiréis porque alguien escriba una buena obra de teatro, centrada sobre un hito importante de la vida de este hombre (los encuentros de Beaumarchais con revolucionarios americanos, o sus audiencias con ambos Luises, por ejemplo), esquema que funciona como demostró aquella magnifica obra titulada La Cena con Carmelo Gómez y nada menos que (esta vez de verdad) Josep María Flotats.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

"SUNSET PARK" DE PAUL AUSTER: EL GUSTO POR NARRAR



Estuve a punto de dejar a las primeras de cambio la última novela de Paul Auster, Sunset Park, en el momento en que se me hizo saber que el protagonista se dedicaba a sacar fotos de los objetos abandonados en las casas desahuciadas por impago en las que trabajaba vaciándolas de muebles. Me temía digresiones interminables acerca de los líricos significados y connotaciones que adornan a los objetos sin dueño, el olvido, la memoria y toda esa morralla filosófico-sentimental. Dios mío, parecía que Paul había empezado escribiendo la novela después de haber visto Toy Story 3, por ejemplo.

Pero no, de ahí no pasa, el protagonista es, simplemente, aficionado a la fotografía de naturalezas muertas y punto. Y es que da la impresión de que a Auster le tira la acción, le gusta el ritmo cinematográfico (como ha demostrado escribiendo guiones e incluso dirigiendo películas) y no se para más de la cuenta en reflexiones profundas: quiere contar una historia, narrar. Y eso es lo que hace en esta novela, donde el ritmo de los acontecimientos es vertiginoso, donde no hay casi página, en la que no nos enteremos de algo (sobre el carácter de los personajes, sobre su pasado) o donde no se produzca un acontecimiento que haga girar la dirección de lo narrado de forma casi brusca.  Incluso las historias sobre jugadores de baseball o las (cortas) reflexiones sobre la película “The Best Year of Our Lives”, (William Wyler, 1946) en la que se narran las dificultades de los soldados americanos combatientes en la 2ª Guerra Mundial para reincorporarse a sus nuevas vidas (lo que constituye, en mi opinión el tema central de esta novela: un grupo de personajes en busca de una nueva vida que vivir), están engarzadas en la acción de forma magistral.

Por supuesto, como en toda novela de Auster que se precie, hay accidentes mortales, desapariciones, enfermedades cuasi-terminales y un Nueva York visto desde la perspectiva de un genuino habitante de la ciudad, alguien que conoce-los-sitios-a-los-que-hay-que-ir-a-cenar, por ejemplo, con la novedad de introducir al lector en una parte desconocida de Brooklyn que incluye un interesante cementerio llamado Greenwood, así como algún detalle técnico deslumbrante (la utilización de la segunda persona como narrador, recurso que ya había desplegado en una de las partes de su anterior novela “Invisible“).

Son todos ingredientes que hacen que, en mi modesta opinión, merezca la pena darse un paseo por Sunset Park a la misma hora que sugiere el título.

martes, 21 de diciembre de 2010

TODAS LAS COSAS Y NINGUNA

Todas las cosas y ninguna, porque nos gusta hablar de todo, porque queremos abarcar mucho y apretar poco,  preferimos cien volando a pájaro en mano. Porque no somos especialistas de nada (nadie lo es en realidad). Así que, ¿por qué no hablar de libros, música, cine, series de TV, pero también de política, de la ciudad, de cosas cotidianas, y de lo que sea pertinente? ¿Por qué no hablar de todo y de nada? Eso sí, sólo hablar cuando se tenga algo que decir, algo que comunicar al resto del mundo.