lunes, 17 de enero de 2011

AZNAR: EL ROSTRO DEL MIEDO



El señor Aznar, ex-presidente del Gobierno (el mismo que un día mirándonos a todos los españoles a los ojos desde un plató de televisión dijo “créanme, hay armas de destrucción masiva en Irak” o, el mismo que con casi 200 muertos encima de la mesa intentó ocultar la autoría del atentado la mayor cantidad de tiempo posible para tratar de no perder unas elecciones -mostrando, por tanto, de esta forma cuáles son sus prioridades- y no contento con esto, y tras demostrarse por activa y por pasiva cuales fueron dichos autores, se dedicó a sembrar de dudas ponzoñosas la vida política española, hasta el punto de dar pie a la difusión de teorías cuya sola concepción parece fruto de la mente más distorsionada del manicomio más recóndito), con la credibilidad que, aún, misteriosamente, hay gente que le atribuye, ha declarado públicamente que:

“España es hoy un país intervenido de hecho y lo que estamos discutiendo ahora es si va a ser intervenido de derecho o no, lo cual es una simple consecuencia de la situación límite que vive el país. Que España vive en una situación intervenida de hecho es que España y el Gobierno de España se limita a cumplir instrucciones que le dan desde fuera de España”
“La cuestión es si los españoles vamos a poder y España va a poder evitar y ojalá lo haga, ser intervenida de derecho”

Es decir, según el señor Aznar, los españoles sólo tenemos una salida para que España (y ojalá lo haga, claro) no sea intervenida de derecho (esto es, rescatada su deuda soberana), y es que se llegue a una situación política lo suficientemente grave como para que se convoquen unas elecciones anticipadas (a las que se presente, preferentemente, como candidato del PSOE el amortizado José Luis Rodríguez Zapatero) y así poder votar en masa a su partido, lo cual, revertiría automáticamente tal situación, alejaría inmediatamente los fantasmas de dicha intervención y encarrilaría el país por la senda de la prosperidad de la que nunca (porque el hecho de que seamos una víctima más de la mayor catástrofe económica que se ha producido en el planeta desde 1929 no tiene nada que ver) debimos haber salido.

Se trata de la particular campaña de “shock and awe” del señor Aznar, porque el presidente (de honor) del Partido Popular sabe perfectamente que declaraciones como esta consiguen dos efectos principales. En primer lugar amedrentar a esa gente que le oye hablar, que no han llegado a la conclusión de que el señor Aznar no juega limpio políticamente y cuyo voto puede, en un momento dado, depender del miedo a frases (que posiblemente no entienden del todo, pero que suenan ciertamente inquietantes) como “España intervenida de derecho”, y en segundo lugar, contribuir a que la situación empeore, tanto política como económicamente, destruyendo la confianza que con tanto esfuerzo nos cuesta ganar día a día, hora a hora, en el campo de batalla del capitalismo financiero internacional (ese monstruo ciego capaz de merendarse países o continentes enteros si hace falta con tal de sacar un punto básico más de beneficio), intentando colocar nuestra deuda (cuyo volumen público es bastante inferior a la del resto de países europeos) a tipos de interés lo más bajos posibles. Es decir, el señor Aznar parece encantado con la perspectiva de que España entre en bancarrota, por decirlo sin tapujos.

Por tanto, el señor Aznar (cuya insistencia en llevar sobre su rostro ese bigote ralo siempre me había producido la ansiedad de no poder comunicarme con alguien para decirle lo evidente de su equivocación, hasta que una temporada le dio por afeitárselo y comprendí de golpe que no era equivocación sino acierto) se ha convertido en una especie de mensajero del miedo, que nos quiere hacer creer que el resto de países europeos (Grecia, Italia, Portugal e Irlanda, pero también Alemania, Francia, clarísimamente el Reino Unido, Bélgica y otros), así como los EE.UU. que están teniendo que tomar medidas similares o incluso más (en algunos casos muchísimo más) drásticas que las que se han tomado en España (que recordemos que no ha llegado a amortizar empleo público como sí ha hecho, por ejemplo, el gobierno conservador británico) no están recibiendo instrucciones de nadie, o bien, que el que dicta esas instrucciones está en otro planeta.

El problema no es ya tanto el señor Aznar y su colección de declaraciones (porque ya llueve sobre mojado), el problema es que el Partido Popular, mientras no le desautorice claramente, sí que está intervenido de hecho, y sólo falta ver en que momento acaba siendo intervenido de derecho por todos aquellos que no confían en su actual líder, el cual, con la amenaza Rubalcaba en el horizonte, es capaz de perder las elecciones más ganadas de la historia de la democracia española. Ya veremos.

2 comentarios:

  1. Suscrito todas y cada una de tus palabras. Saludos.

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  2. Gracias. Todos sabemos de qué va este hombre, pero de vez en cuando conviene recordarlo.

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