jueves, 23 de diciembre de 2010

POR QUÉ NO ME GUSTÓ BEAUMARCHAIS



Antes de nada debería aclarar que escribo desde Madrid y por tanto acudo a los espectáculos que aquí se representan (porque es verdad que los madrileños tendemos a pensar que no tenemos por que aclarar este tipo de cosas, como si esta fuera la única ciudad de España, o incluso del mundo, como dice esa plaga bíblica que tenemos por alcalde).

Vimos que el Teatro Español programaba la obra “Beaumarchais” de Sacha Guitry a partir del 25 de noviembre, vimos que estaba dirigida por nada menos que Josep María Flotats, protagonizada por nada menos que Josep María Flotats, e interpretada por un elenco de actores, en principio, deslumbrante, entre los que se encontraban por sólo citar a los más conocidos, Ramón Barea, Pedro Casablanc, Carmen Conesa, María Adánez, Raúl Arévalo o Constantino Romero (sí, el mismo que ponía la voz a Darth Vader). Obtuvimos unas entradas de tercer anfiteatro casi por los pelos, lo que significaba que la obra estaba siendo, en principio, un éxito.

Pero hete aquí, que nos encontramos con una representación que pretende abarcar, en varias escenas, la parte de la vida de Beaumarchais, desde que anda el hombre escribiendo su gran éxito dramático, El Barbero de Sevilla (1775), hasta que se muere (1799). Y digo pretende porque lo que hace en realidad, con este personaje que fue relojero, escritor, espía al servicio del rey, revolucionario, satirista, etc. etc. es convertirlo en un señor que va sin sentido de un sitio a otro según pasan los años en un calendario proyectado sobre una pantalla electrónica que ocupa todo el fondo del escenario (y que es prácticamente el único decorado de la obra), y que dice cosas que se supone que son ingeniosas o graciosas o profundas, pero que en realidad no tienen ingenio, ni gracia ni profundidad, a cuyo alrededor se mueven y revolotean mujeres (en papeles completamente superficiales) y criados que ponen cara de petimetre, y que malbarata posibilidades enormes en las escenas de los encuentros con el Chevalier D´Eon (que se convierte en un sonrojante diálogo supuestamente picaresco a costa del “enigmático” sexo de Raúl Arevalo haciendo de señora ligera de cascos) o con Benjamin Franklin, el padre de la Independencia Americana (que se aprovecha para hacer un supuesto gag en relación con las dificultades fingidas de la traducción al inglés).

Es una obra completamente sobredimensionada, en la que sobran escenas, actores (algunos de los que, por cierto y para colmo, por lo menos el día 19 de diciembre, no andaban precisamente finos), diálogos y falta profundidad (toda). Afortunadamente, los precios del Teatro Español siguen estando en el ámbito de lo público, pero a pesar de ello, yo os recomendaría gastaros el dinero, si es que estáis interesados en este personaje (bastante interesante en realidad) en compraros un buen libro sobre el dieciocho francés, la revolución francesa o incluso la americana, y que suspiréis porque alguien escriba una buena obra de teatro, centrada sobre un hito importante de la vida de este hombre (los encuentros de Beaumarchais con revolucionarios americanos, o sus audiencias con ambos Luises, por ejemplo), esquema que funciona como demostró aquella magnifica obra titulada La Cena con Carmelo Gómez y nada menos que (esta vez de verdad) Josep María Flotats.

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