viernes, 31 de diciembre de 2010

LOS ESCRITORES SEGÚN DAVID FOSTER WALLACE



“En la mayoría de los escritores que conozco, hay un ensimismamiento, no en términos de estar atusándose frente al espejo, sino una tendencia no sólo a la introspección sino a una autoconciencia terrible”
“Pienso que la gente congénitamente atraída por esta clase de profesión son sabios para unas cosas y una especie de retrasados para otras. Vayan a una conferencia de escritores alguna vez y lo verán. La gente va para conocer a quienes sobre el papel son espléndidos, pero resultan ser absolutos cretinos en persona. No tienen idea de lo que decir o de lo que hacer. Todo lo que dicen está editado y recortado por una especie de editor dentro de ellos. Así ha sido según mi experiencia.”
“No es accidental cuando uno ve a los escritores convertirse en gente obsesionada con la cuestión de la fama o caer en las drogas o el alcohol, o tener matrimonios terribles. O simplemente desaparecen de la escena por completo a los treinta o cuarenta.”
Estas son las respuestas que, a las preguntas acerca de cómo son los escritores, realizadas por dos jóvenes estudiantes de arte norteamericanos para la revista de su universidad, David Foster Wallace (uno de los mejores escritores que he leído nunca, autor de, probablemente, varios de los mejores relatos cortos que se han publicado en EE.UU. en los últimos años, muerto en trágicas circunstancias en 2008, y del que, tras leerle y traducirle, he cogido esta, quizá molesta, costumbre de hacer comentarios interminables y metalingüísticos entre paréntesis, y que sólo el formato limitado de estos post me impide llevar al extremo de introducir también notas a pie de página con vida propia) daba en el año 1993 durante una entrevista que tuvo lugar tras la publicación de su primera novela “The Broom of the System” y su colección de relatos cortos “La niña del pelo raro”.

Pero lo que me interesa hoy (tengo, por supuesto la intención de hablar de las obras de DFW en lo sucesivo), no es tanto su producción (cuya lectura recomiendo, teniendo en cuenta además, que, si bien, no tenemos la suerte de tener publicados en España todos sus libros, aquellos que sí están disponibles cuentan con una traducción extraordinaria, obra de Javier Calvo) como sus opiniones sobre el oficio de escribir. Cualquiera puede darse cuenta de la verdad que hay en las contestaciones de Wallace que he reproducido más arriba, ya que todos conocemos ejemplos de escritores que responden a todos o a casi todos esos parámetros. Y es que un escritor (uno de verdad) sólo puede ser un alma más o menos atormentada, alguien cuya mejor forma de comunicarse con el mundo es extraña y antinatural. Así, para Wallace:

“Siempre intentas comunicarte de una manera única, y por eso se hace tan difícil, al menos para mí, comunicarse de una forma que yo vea ordinaria”
Esto es algo así como la maldición del talento, puede interpretarse como una especie de posesión infernal que hace que a este tipo de personas les aburra mortalmente el tipo de conversación ordinaria por la que todos nosotros tenemos que pasar varias veces a lo largo del día, por ejemplo, y que les hace parecer, a los ojos de los demás, como tristes, tontos, aburridos o incluso incapacitados mentales. Pero puesto que el mundo en el que vivimos es como es y no existen alternativas razonables, la gente con talento tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano, exorcizar ese demonio y bajar al mundo:

“Pero esa clase de sensibilidad hace muy difícil estar con la gente y no imaginarse flotando pegado al techo contemplando lo que está ocurriendo. Una de las cosas que ustedes dos descubrirán, en los años posteriores a dejar los estudios, es que realmente manejarse siendo un ser humano vivo y a la vez hacer un buen trabajo y ser tan obsesivo como se deba ser, es verdaderamente complejo”
¿Existen artistas con un talento tan enorme que les ha permitido superar esta visión del mundo y conseguir ser no sólo excelentes escritores sino también magníficos seres humanos? Por supuesto, sin ir más lejos, el propio DFW, de acuerdo con lo que se refleja en las opiniones de sus amigos y conocidos, puestas de manifiesto sobre todo tras su fallecimiento, así como en algún libro de entrevistas (ese especie de viaje de colegas que es el libro de David Lipsky “Although Of Course You End Up Becoming Yourself: A Road Trip with David Foster Wallace”) y, simplemente, en la visión del ser humano casi conmovedora (y que revela un conocimiento tan profundo de la gente, que uno, aunque sólo esté leyendo, se siente casi desnudo) que se desprende de sus extraordinarios reportajes para revistas sobre acontecimientos de la vida en Norteamérica (un grupo de viajeros en un crucero de lujo, una feria en el Medio Oeste, el Open USA de tenis, etc.).

Por lo tanto, la moraleja de todo esto sería “si tienes talento úsalo, pero úsalo primero para aprender a vivir”, o algo por el estilo, porque, no hay nada en el mundo, ni siquiera la habilidad literaria, por lo que merezca la pena acabar siendo un ser humano disfuncional.

FELIZ AÑO 2011

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