sábado, 12 de marzo de 2011

LUZ DE AGOSTO: VIAJE AL INTERIOR DE FAULKNER



En Luz de Agosto (William Faulkner, 1932) todo se inicia con el viaje que una mujer embarazada emprende por el profundo sur de los EE.UU. Ha salido a pie desde una pequeña localidad en Alabama y ya se encuentra en el estado de Mississippi. Un tal Lucas Burch la ha abandonado con falsas promesas de rencuentro, y ella, cuando el embarazo ya es patente, decide dejar su pueblo y emprender la búsqueda del padre de forma desesperada y con remotas posibilidades de éxito. A partir de vagas informaciones, llega a la ciudad de Jefferson, donde un modesto y noble obrero del aserradero local, se apiada de ella y, en un momento de lucidez, se da cuenta de toda la verdad.

Si hay algo que perdura después de leer una novela de William Faulkner es la imagen que cada uno de nosotros tenemos de sus personajes en nuestro cerebro. Ponemos cara al noble y obstinado Byron Bunch, al maldito desde el mismo momento de su concepción Joe Christmas, a la abnegada y orgullosa, Lena Grove, al obsesionado y maltratado reverendo Hightower… No son personajes, en el sentido de arquetipos literarios, son personas. Es imposible no ponerles caras, las que cada lector esconda en el fondo de su imaginación, a los protagonistas de sus novelas. Porque Faulkner evita cuidadosamente hacer descripciones meticulosas y directas de sus rostros (de la misma forma que evita describir directamente el medio en el que viven y evolucionan). Pero al cabo de unos cuantos capítulos sabemos perfectamente como funcionan sus mentes, cuales son sus reacciones y su personalidad como si fueran vecinos a los que hubiéramos conocido estrechamente durante años. Eso es lo que hace a los caracteres de Faulkner, y, concretamente, a los que se desplazan a veces sin rumbo o, permanecen, también sin razones sólidas en las ciudades o pueblos que habitan dentro de esta gran novela, inolvidables.



A Faulkner le interesa, principalmente, la exploración del interior del ser humano, es ahí donde pone el foco, y es ese interior (profundo, contradictorio, a veces indiscernible) el que guía la acción de la novela, de tal forma que los acontecimientos externos no son más que un reflejo de los pensamientos que primero se han formado (a un ritmo ralentizado, necesario para abarcarlos y describirlos literariamente) en las mentes de los habitantes de la novela (no sólo de los principales actores, sino de cualquiera que le interese para causar un efecto). De esta forma, hay un ritmo interno que se repite constantemente en Luz de Agosto. Primero los personajes reflexionan, se examinan por dentro, y con arreglo a lo que encuentran prevén sus actuaciones. Luego actúan, y lo hacen como un mero trámite, porque los actos son mucho menos importantes (se diría que casi vicarios) de los pensamientos que los han originado, y de los cuales el lector ya tiene noticia. Y posteriormente los actos tienen consecuencias, y estas son las que determinan el avance de la narración, que, con esta estructura, no es, necesariamente, lo más importante. De esta forma, el lector, no sólo conoce, en el sentido más profundo del término, a los protagonistas, sino que no puede evitar verse implicado en sus avatares, concernido por sus problemas, y finalmente, conmovido por sus, casi siempre, terribles destinos.

Por supuesto que la riqueza de la técnica literaria de Faulkner (posiblemente no superada posteriormente en su propio país y probablemente en el resto del mundo) abarca mucho más que el monólogo o exploración interior. Está, por ejemplo, su manejo del tiempo narrativo, mediante el cual, asistimos a los acontecimientos como si fueran plazas a las que van a dar las distintas calles por las que se desenvuelven las historias de sus personajes, y por las que podemos ir deambulando indistintamente en un momento dado (y que son como esa calle infinita y atroz por la que emprende su camino ya para toda su vida Joe Christmas, una vez que la vida le cierra violentamente la puerta en la cara), y por las que circulamos a través de flash-backs que, poco a poco, nos hacen ir comprendiendo completamente las cosas a medida que los puntos de vista diferentes (que es como decir el interior de las mentes de los protagonistas) nos van enriqueciendo la narración.

Luz de Agosto está poblada de personajes que son, en principio, remotos para nosotros, habitantes de otro tiempo y lugar. Ya casi no nos importan sus guerras (principalmente, la Guerra Civil americana, que era todavía en esa parte de EE.UU. una presencia palpable) ni sus conflictos sociológicos (la abolición de la esclavitud y, por lo tanto, de la forma de vida de la que era sustento no acaban de ser sustituidos por otra cosa), pero, créanme, nos importan muchísimo ellos mismos. Porque son seres humanos como nunca antes la literatura los había contemplado. Por eso Luz de Agosto (junto con otras novelas cumbre de William Faulkner) debe ser leída hoy.

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