domingo, 2 de enero de 2011

LA DERECHA EN MADRID (PARTE III)




Cada vez que la señora Aguirre se define a sí misma como “liberal”, me dan ganas de agarrar la tricolor, exacerbar con un discurso incendiario al populacho y ponerme a su vanguardia (sin enseñar, por motivos estéticos, ninguno de mis pechos, y porque el cuadro de Delacroix representa acontecimientos, en realidad posteriores a los de 1789) para conducirlo a tomar la bastilla, que no sería otra cosa que los estudios de Telemadrid en la Ciudad de la Imagen, en la localidad de Pozuelo, desde donde, muy probablemente, se estaría emitiendo en ese mismo momento uno de los así llamados informativos, tertulias o debates (en realidad programas de adoctrinamiento que harían sonrojar al mismísimo Kim Jong-il, el presidente de Corea del Norte, personaje que parece uno de los malos de tebeo  de alguna de las películas parasitarias del éxito de la saga de 007 que se filmaron en los años 60 con producción italiana e incluso española, que hubiera sido extraído con unas pinzas y trasplantado directamente al siglo XXI) e iniciar así la verdadera revolución liberal burguesa que no se hizo nunca jamás en España.

Porque esto de definirse como liberal, que parece estar de moda entre cierta clase de personajes (me refiero a Sánchez Dragó, Hermann Tertsch -que siendo liberales y no creyendo, en consecuencia en lo público, no han tenido ningún reparo en cobrar un sueldo, no precisamente bajo, de una cadena pública, para presentar los telediarios más sesgados políticamente de la historia de España, incluida la dictadura militar- Jiménez Losantos y gente así) de los que lo más benigno que se puede decir de ellos es que confunden la velocidad con el tocino, y apelar con ello a una cierta filosofía de intervenir lo mínimo desde la Administración en la sociedad civil, es como todo lo que suele plantear la gente que comulga con las ideas en realidad simplemente conservadoras: un descarado y sin complejos “a Dios rogando y con el mazo dando“. Es, por ejemplo, pedir allí donde no se tiene responsabilidad de gobierno que se despoliticen las cajas de ahorro, y al mismo tiempo politizar de manera feroz (recordemos la famosa anécdota del comentario de la señora Aguirre pillado a traición sobre “el hijoputa ese”, que no era otro que un consejero de Caja Madrid que había conseguido eliminar para poner a otro) estas instituciones. O, directamente, coquetear con la hipocresía o el cinismo más desarmante como cuando se anunció hace algunos meses que se sacaría a bolsa el 49% de las acciones del Canal de Isabel II “para dar la posibilidad a los madrileños de ser propietarios de su agua”, como si, al ser ya la empresa de carácter público, no fueran otros, sino los propios madrileños sus actuales dueños, y como sí, al salir a bolsa, las acciones no pudieran ser compradas íntegramente por murcianos, asturianos o melillenses, en definitiva, como si todos no supiéramos claramente que lo que se estaba buscando es hacer negocio y punto.

Y, a todo esto, ¿dónde está el así llamado Partido Socialista de Madrid?, o más bien, deberíamos preguntar ¿dónde ha estado durante todos estos años?. Pues ha estado cometiendo errores una y otra vez, tropezando en la misma piedra no dos veces, sino tantas que ya hemos perdido la cuenta. Y, siento ser pesimista, pero su nuevo líder, Tomás Gómez, no me parece capaz de ganar unas elecciones al Partido Popular en la Comunidad de Madrid, e incluso diría (y decir esto es arriesgado), no me parece capaz de querer ganarle unas elecciones al Partido Popular en la Comunidad de Madrid, idea que me vino a la mente el día que apareció en la rueda de prensa tras ganar las primarias contra su rival Trinidad Jiménez, tras verle rodeado de diversos compañeros, entre los que estaba un señor cuya cara me sonaba muchísimo, pero del que desconocía su nombre, para luego enterarme que se llama Antonio Miguel Carmona, y que conocía por ser un habitual de las tertulias “liberales” de la TDT en las que compadrea con sus teóricos adversarios políticos que son, habitualmente, el resto de los tertulianos, los cuales, al mismo tiempo, se turnan para zumbarle sin que a él parezca desagradarle el papel de sparring que parece estar representando.

Así, que, como decía al comienzo de esta animada serie sobre la derecha en Madrid, otros 20 años más. Para entonces puede que estemos algo más acostumbrados

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